30.09.18
Hoy fue mi despedida de París y este será un día que nunca olvidaré. Al caer la tarde, tuve el placer de saborear una deliciosa combinación de compota de manzana, yogur natural, trigo atómico, en una especie de Parfait coronado con arándanos y un ingrediente secreto insuperable, lazos de familia. Voy a explicarles…
Mi nombre de nacimiento es Wendy Rivera González. Soy colombiana nacida en una familia maravillosa donde el talento artístico y la capacidad creativa han estado siempre presentes, legado de muchas generaciones atrás.
Una de esas herencias proviene de mi bisabuelo paterno, Cecil Hopeton Runcie Stockhausen, un hombre de origen británico, nacido en 1889. En mi proceso de posicionarme como pastelera, decidí acoger este apellido, por eso en redes sociales me han conocido como Wendy Runcie.
¿Pero a qué viene esta historia en mi blog? El abuelito Cecil, llegó a Colombia en un barco que venía de Jamaica, conoció a mi bisabuela y formaron una familia que creció y de la cual ya somos 5 generaciones. Su pasado fue siempre un misterio, las cosas que de él se sabían eran solo desde el momento en que pisó territorio colombiano.
Él falleció en 1971, pero sólo hasta hace algunos años, luego de una investigación exhaustiva realizada por uno de mis tíos, se descubrió que antes de nosotros, tuvo una familia en Jamaica, tenía otros hijos, supimos sobre sus hermanos y se develaron muchos secretos, pero lo interesante es que empezaron a aparecer familiares Runcie en todo el mundo.
Hay una gran línea de descendencia en Perú, de la que forma parte Vanessa Figari Tamayo, ella vive actualmente en París y la conocí hoy. Resulta que somos primas en algún grado de consanguinidad, y adivinen, ¡también es Pastelera! Ella fue quien me brindó ese maravilloso postre que disfruté plenamente.
Es increíble la forma como todo en la vida se va conectando. Que placer conocerla, que emoción compartir este amor por la pastelería, que lindo que me haya recibido en su casa, que lindo que mi viaje accidental a París haya traído para mí la dicha de compartir con ella y con su bebé y poder contar hoy la historia de una familia que sigue creciendo, de nuevas historias que se tejen sin que el abuelito Cecil siquiera lo hubiera sospechado.
El postre más increíble que probé en parís me lo brindó Vanessa junto con la promesa mutua de seguir en contacto y compartir recetas para que tanto ella como yo sigamos creciendo en este maravilloso mundo de la pastelería. Me voy de París con la felicidad de una nueva prima y colega en mi vida.
Otra experiencia absolutamente maravillosa de este viaje pastelero que apenas comienza.
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