28.10.2018
Esta semana recibí un pedido muy especial para la celebración de los 80 años de una abuelita, la oportunidad perfecta para poner en práctica una de las nuevas recetas y técnicas que aprendí en la escuela de pastelería en Londres.
Con la nieta -que me contactó para esta misión-, acordamos preparar una torta de frambuesa y limón, que es sin duda una deliciosa combinación de sabores ácidos, que se conjugan maravillosamente con el dulzor del bizcochuelo.
Es además una torta divina y delicada, cubierta con una crema saborizada y coloreada con pulpa de frambuesa, lo que le da un toque exquisito además de un hermoso y llamativo color rosa.
Usualmente las personas retiran las cubiertas y se comen solo el bizcochuelo, pero esta es una de esas tortas que sorprenden porque lo más rico que tiene es justamente la crema con ese sabor perfumado de la fruta, es un hecho que nunca queda nada en el plato.
Todo estaba listo para la producción, pero recibí un mensaje de último momento:
“¡a la abuela no le gusta el color rosa!”.
Tras ese anuncio definitivamente la crema no podría ser de frambuesa… con los ingredientes y el plan de producción listos, con un poco de nerviosismo debí trazar un nuevo camino para conservar los sabores planeados pero ajustar los colores; adiós a la deliciosa crema rosa...
Preparé un bizcochuelo saborizado con ralladura de limón para darle el sabor de manera sutil. Luego de hornear las capas de la torta, las bañé con jarabe de limón para intensificar aún más el sabor y darle ese toque de humedad que lo hace más apetitoso... sería ese el sabor predominante.
Para el relleno preparé un coulis de frambuesa y para la cubierta, mantuve la receta de crema de mantequilla y merengue de la torta original, pero a cambio de saborizarla con frambuesa, decidí preparar el merengue italiano (del cual les hablaré en un próximo post) con un jarabe con el 75% de contenido de agua y el 25% de contenido de jugo limón.
Luego para finalizar la crema, al mezclar la mantequilla con el merengue, añadí también ralladura de limón para darle más sabor y un poco de color.
A este punto la receta ya parece un poco redundante o quizás exagerada de tanto limón, pero si algo he aprendido, es que los sabores que se prometen deben estar muy presentes, por eso quise asegurarme de que el limón fuera perceptible y a la vez muy delicado y así fue; además la frambuesa se mantuvo también, en otra forma y presentación, pero se quedó para ayudar a balancear el sabor.
Los conocimientos que he ido apropiando y atesorando, fueron claves para demostrarme a mí misma que no había porqué tener miedo ante el cambio de último momento y lograr salir adelante con el pedido de manera exitosa.
Así, con esta celebración de la abuelita que no gusta del rosa, nace en Amor de Dulce mi línea de pastelería al estilo inglés.
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