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De emociones y pasiones: la sincronía perfecta

23.08.2021


Hoy después de mucho tiempo, decidí volver a escribir. No se cuando fue la última vez que publiqué porque entre otras cosas, perdí el histórico de mi blog que debí reconstruir para poder retomarlo.


Pero no fue solo un error técnico, por un buen tiempo se me perdieron las palabras, ya no fluían, se me revolvían las emociones y finalmente llegaron los altibajos y el bloqueo creativo; pero hoy, justamente hoy, luego de muchas cosas que me han sucedido, algunas de ellas inexplicables, y otras sorprendentes y maravillosas que les contaré después, finalmente las palabras volvieron.


Estoy de vuelta para aquellos que quieran leerme y también como una terapia para leerme a mí misma, desafiar mis silencios y mantener la vista puesta en el horizonte, pero también en el camino.


Han sido casi dos años en que todos, absolutamente TODOS en el mundo nos hemos visto enfrentados a algo completamente desconocido, atemorizante y que aún no termina. Una pandemia de estas dimensiones en nuestro tiempo, quién podría haberlo pensado, pero es claro que esto llegó para quedarse y así como ha arrasado con muchas cosas, a la vez ha traído infinidad de lecciones.


No lo puedo negar, a mí en particular me pegó duro, y no porque haya enfermado, afortunadamente el Covid no ha tocado a mi familia, aunque si a las familias de personas que amo, y sus efectos colaterales me han impactado profundamente como a todos.


Todo lo que pasa alrededor, lo que ha significado aislarse, dejar de abrazar, dejar de besar, perder la posibilidad del intercambio personal, de conocer nuevas personas, compartir en exceso con la soledad, poner a prueba los vínculos y si, perder a gente amada, arrebatada de mí no por la muerte, sino por la vida, no porque fallecieran sino porque quisieron irse, todo eso fue generando fisuras en medio de la vulnerabilidad, hasta que lograron quebrarme.





Siempre he sido una persona fuerte, optimista, alguien que ama la vida, pero este desafío y ver tan de cerca el dolor, el abandono y la muerte, me hicieron tambalear. Enfrentar tantas cosas distintas, sumadas a las preocupaciones del día a día, de las vivencias y dolores de aquellos que amo, sentir que se escapaba la vida me sumió en una profunda depresión.


En ese trasegar de vivir en silencio, sola con mis pensamientos, con el corazón roto y la cabeza diciéndome algunas duras verdades, pero también algunas crudas mentiras, era difícil no caer. Lo único que me mantenía aferrada a mí, era mi amor propio, mis conversaciones racionales conmigo misma y el convencimiento que tengo de ser un buen ser humano, uno que vale la pena y con algún propósito relevante en este viaje. Mi anclaje al mundo eran el amor, que se marchó; mi familia, que, aunque lejos siempre está para mí; Morita, mi perrita, que fue la que me hizo levantarme de la cama cada día, y mi pastelería.


Cuando tu mente empieza a decirte cosas más malas que buenas, lo que venía fluyendo de repente falla y así fue como ya ni la pastelería se me daba; las cosas se me quemaban, las cremas se me cortaban, las tortas no crecían, las fórmulas antes infalibles ahora fallaban, sin excepción. Lograr un producto final se volvió un proceso tortuoso, difícil, casi imposible así que tuve que parar con todo y dedicarme a sanar.


Esta conversación tan personal, tan íntima y ahora pública, es solo mi manera de expresar que la depresión existe, que detrás de tantas sonrisas que recibimos cada día puede haber un montón de almas rotas tratando de luchar por aferrarse a la vida, de hallar razones, motivos, sin siquiera saber cómo parar, respirar y recomenzar.


Porque sentí lo que sentí, porque aún a veces lo siento, porque por un momento se apagó la luz en mí, porque aunque intenté ponerme de pie varias veces sacudiendo mis rodillas, volvía a caerme, y por esos que descubrí en mi proceso luchando también en silencio contra sus propios monstruos, decidí que debo seguir, ser luz para mí y para quien lo necesite, o ser una mano extendida para quien ha tropezado y no ha podido levantarse, así como las que me tendieron conocidos y desconocidos, que hicieron demasiado por mí.


Nadie está completamente solo, y aún en medio de la oscuridad, siempre hay a lo lejos una luz que brilla. A mí la vida siempre me envió a alguien que aún sin proponérselo lograba rescatarme con pequeñas acciones o con otras gigantes. Aún hay recaídas, pero entendí que no estoy sola y descubrí que yo quiero ser ese alguien para alguien que necesite de mí.


Descubrí que yo quiero ser ese alguien para alguien que necesite de mí.

Aprendí que nadie necesita de ti tanto como tú mismo y eso implica también aprender a recibir. Comprobé que lo mejor era aferrarme a mis pasiones, y ratifiqué que la pastelería no es solo un oficio, es un arte que se hace con el corazón, con las emociones, con los sentimientos, son ellos los que guían las manos y la energía para que todo fluya y haya grandes resultados.


Cuando todo eso colapsa, definitivamente el resultado falla. No hay una explicación racional para ello, las pasiones están directamente vinculadas a las emociones, son la sincronía perfecta y son el motor de la vida. Ahora es cuando mi “Amor de Dulce” cobra todo el sentido, eso soy yo, un amor que crea y construye, un amor generoso, un amor desinteresado, un amor que cuida y un amor que no se termina.


Sí, estoy de vuelta, recuperando poco a poco mis poderes, dejando que la vida me hable y me sorprenda. La vida hoy va a otro ritmo, ya no hay afán de nada pero yo tengo urgencia de vivir.

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