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Descubriendo a Michalak

Actualizado: 24 ago 2021

07.11.2018


Cuando decidí que mi viaje de este año iniciaría en París, sin dudarlo dos veces programé en mi itinerario la visita a la pastelería del reconocido chef francés Christophe Michalak, otro de mis pasteleros favoritos.


Supe de él hace un par de años buscando inspiración en Pinterest. Fue imposible no enamorarme a primera vista de su estilo que definiría como vanguardista, moderno, audaz y provocador.


La sutileza de los detalles en cada una de sus creaciones es maravillosa, una mezcla perfecta entre claroscuros, brillos, colores intensos, texturas contrastantes evidentes a la vista y que se funden entre sí dando origen a formas ingeniosas y sabores seductores e irresistibles.


Conocer el trabajo de Michalak a través de las fotos maravillosas que tantas personas compartían era sin duda una tentación, ya no era suficiente con verlas, debía probarlas, saborearlas, confirmar que no solo eran estéticamente perfectas, sino además deliciosas.


Como saben además de pastelera soy comunicadora y fue imposible no enamorarme también del manejo inteligente e innovador de su marca. Cada detalle puesto en las vitrinas comunica, provoca, invita, y su logotipo, emulando una "M" a manera de electrocardiograma da cuenta de lo vibrante y pasional de sus creaciones.


Entrar en su pastelería, tan moderna, iluminada, llena de delicias reposteras coronadas con picos de crema, mousse, merengue o chocolate solo refuerzan la idea de un viaje placentero con todos los sentidos.

Lo que resultó más atractivo para mí fue descubrir que más allá de la técnica, estas delicias son en realidad pequeñas obras de arte, por la composición de ingredientes, de sabores, las formas y texturas ¡cuánta creatividad puesta en sus recetas!


Estando ya allí iba con el firme convencimiento de probar sus famosos Kosmiks, postres en frasquitos con cremas de sabores y combinaciones diversas, o las Religieuses Caramel, unos pastelillos divinos de Pâte à Choux (masa bomba) y rellenas de crema de caramelo, que como su nombre lo indica parecen la representación de pequeños personajes religiosos.

Kosmik y Religieuses

Me sorprendí al descubrir que no eran postres pequeños, de modo que probar dos de ellos en una sola visita era muy ambicioso, no solo por la cantidad, también por el precio… cada postre cuesta en promedio US$10 (casi COP$32.000).


La vitrina era tan provocativa, con tanta variedad y tantas delicias exhibidas, que al final, no probé ni el uno ni el otro. Caí rendida ante el llamado de un postre extraordinario en forma de flor, de un rojo intenso y brillante, llamado Mon Koeur (mi corazón).

Su nombre y apariencia definitivamente hacen honor al placer de degustar la magnífica combinación de bizcochuelo de chocolate, relleno de una especie de coulis de yuzu (fruta cítrica de origen asiático, bastante ácido y aromático, con un sabor entre mandarina y toronja), crema de chocolate semiamargo, mousse de chocolate de leche y compota de maracuyá, todo bañado en brillo espejo rojo para darle ese maravilloso acabado satinado.


Solo verlo o describirlo es un placer, pero no se compara con lo que provoca una vez en el paladar.


Creo que esta vez ya me extendí demasiado, pero en conclusión, las recetas de Christophe Michalak son algo que definitivamente hace parte de mi lista de aquellas cosas que hay que probar al menos una vez en la vida. ¡Súper recomendado!


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