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El punto de giro

Actualizado: 24 ago 2021

16.10.2018


Estudié Comunicación Social y la ejercí con éxito durante 16 años, con logros, alegrías y también con algunas frustraciones y fracasos…


Aprendí de ese mundo un montón, pero descubrí que la satisfacción de los resultados esperados tardaba demasiado en llegar y lograr acciones para generar vínculos y emociones, demandaban esfuerzos enormes, con resultados mínimos o muy buenos pero muy a largo plazo, o grandes desgastes, no necesariamente físicos, en muchos casos emocionales.


No importaban tanto las ganas, la creatividad, el talento, la estrategia, el poder del equipo, cuando habían de por medio intereses particulares y miradas parcializadas, decisiones que en muchos casos resultaban arbitrarias, a veces incomprensibles, reprocesos que al final nos alejaban del objetivo primordial.


Deseaba con todas mis fuerzas enfocar mis energías, mis talentos y mis motivaciones en algo que representara gratificaciones más profundas y por qué no, más inmediatas, en el encuentro humano, en las relaciones directas y no mediadas, porque el tiempo es corto, la vida pasa y hoy más que nunca estoy convencida de que hay que disfrutar con total intensidad de cada momento, AHORA, no después, no más tardecito, ¡YA!.


Mi profesión y el trabajo que desempeñaba brindaban quizás lo que muchos pensarían son gratificaciones más relevantes, en un cargo importante, en una gran empresa, gozando de la confianza y respaldo de muchas personas, pero al final, las acciones resultaban en ejercicios masivos que con mucha dificultad dejan huella. Por eso, después de apenas un poco menos de la mitad de mi vida dedicada a ello, tomé la decisión de hacerme cargo de esos vacíos.


Hace 9 meses decidí darle un punto de giro a mi vida, cambié el trabajo de oficina por el de cocina, cambié mis ojeras por una sonrisa, decidí dedicarme a la pastelería. Descubrí en ella una forma inmediata de felicidad plena y de hacer felices a los demás; y descubrí que la comunicación y la pastelería eran una ecuación perfecta para explotar mi creatividad, transmitir lo que siento y ayudarle a otros expresar sus sentimientos.


De comunicadora a pastelera

Y no, definitivamente no es una felicidad efímera. Cada nueva receta, cada nuevo reto, cada solicitud de un cliente, cada fallo o acierto en mi cocina, es una dicha infinita de aprendizaje, y para quienes prueban mis preparaciones, es un disfrute y un placer que comparten con otros.


Sus manifestaciones de satisfacción van más allá del sabor, la forma, los colores o las presentaciones, es maravilloso cuando alguien me dice que percibió en mis preparaciones el amor, la pasión, la dedicación y la emoción que pongo en cada una de ellas.


Si, la pastelería es compartir lo que hay en mí, es dar afecto, es brindar sentimientos, es endulzar el paladar, es placer fisiológico y emocional, ¡la pastelería es felicidad!.

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